LA LUZ Y YO: Día de muertos

El día de muertos es una fiesta que tiene un significado especial para mí. Cuando era pequeña, me emocionaba poner la ofrenda por su colorido, después, por hacerla correctamente con todos los elementos que debía llevar, luego lo abandoné un poco y dejaba que mi mamá la pusiera, y ahora que ella no está, la ofrenda se ha convertido en algo con un significado aún mayor.

Hay tantas cosas que decir sobre este día y está tan ligado con la luz y su dualidad con la oscuridad, que me cuesta trabajo empezar. Empezaré por lo que no es el día de muertos. El día de muertos no es un desfile, ni un parque de diversiones, una película o disfraces. El día de muertos no son dulces y travesuras, ni monstruos y brujas. El día de muertos no es terror y maldad y una noche para temer. El día de muertos es... AMOR.

Sí, como leíste: AMOR. Toda esa comida y papel picado, las flores, el agua, el olor a copal o incienso y las fotos en altares están ahí por amor. El día de muertos es una fiesta donde los invitados principales son aquellos que extrañamos, que viven en nuestros corazones y en nuestra mente. Es una fiesta donde recibimos a aquellos que no tenemos junto todo el año pero que por una noche hacen un esfuerzo por venir.

En el día de muertos, ellos tienen permiso para volver y visitar a aquellos que los estamos esperando, y los esperamos con una ofrenda. La ofrenda es una mezcla de tradiciones prehispánicas y católicas, donde se conjugan la visión de vida eterna en el Mictlan, al cual sólo llegas después de cuatro años de pruebas, con el cielo católico con las puertas guardadas por San Pedro, donde encontramos veladoras y copal, elementos de diferente origen que se unen para esta fiesta.

La ofrenda cuenta con varios elementos, los cuales tienen un significado o una función. Algunos de estos elementos están directamente relacionados con la luz como guía, como vida y como camino.

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La flor de cempasúchil, flor de muertos o flor de veinte pétalos es uno de los elementos indispensables en la ofrenda. Por su color, simbolizan la luz, para los antiguos mexicas, el sol. Creían que esta flor guardaba la calidez del día, que no encontramos en la oscuridad fría de la noche, y su aroma y color son capaces de guiar a los muertos. Con ella se hacen caminos de la tumba a la casa para que no se pierdan. Esta flor también es considerada como un símbolo de vida y muerte, al igual que la luz y la oscuridad.

Otras de las flores usadas son el alhelí y nube y el terciopelo.

En ocasiones, se crea un arco con la flor de cempasúchil que representa la puerta que tienen que cruzar de su mundo al nuestro.

Las velas o veladoras, de las cuales hablé en la entrada pasado, son el otro elemento de luz y son las culpables de esas imágenes increíbles, cálidas y mágicas de panteones y lagos y celebraciones, incluso de películas como COCO.

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Las veladoras son una guía para llegar al hogar, una luz que indica el camino, son fe y esperanza que guía. También representan las almas que se reciben, debiendo estar una veladora encendida por cada invitado a la celebración. La luz de la vela representa la vitalidad de cada ser. Es interesante cómo cuando una persona está enferma se prende una vela por ella y cuando muere, se prende otra por su alma. Me recuerda la película de Macario y su encuentro con la muerte, donde cada vela representa a una persona.

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Otros de los elementos que existen en un altar de muertos son el agua, para saciar la sed de las almas y que puedan lavarse después del largo viaje; la sal como elemento de purificación; el copal para limpiar el lugar de malos espíritus y que se pueda entrar tranquilamente, un perro para que los guíe hacia el Mictlan, el delicioso pan de muerto, las fotos, las calaveras de azúcar que representan la muerte o cada uno de los difuntos, el papel picado y la comida favorita que van a degustar nuestros invitados así como cigarros y algunos de sus artículos favoritos.